domingo, 4 de febrero de 2007

Sangre.-















Me sangran los bigotes retorcidos
las manos de la pipa, ese buen fuego,
los faldones olorosos de la abuela
la caricia que brindo al gato susceptible
y esto todo, moroso, voy notando
en el libro al que presto desempeño.
(Sobre el fogón nos guarde, el gato,
bien debidos los troncos a sus uñas)

Como medida, a fin de procurar ajuste,
he tenido que bordarme al arcón de la manteca,
(y desde que comí de aquella cáscara
sabed que no ha llovido).
Ignoro si estos resultan buenos síntomas,
o si la partida está por ir con nuestro enfermo.
Pero la muerte, que acerca los espejos,
y salta a comba el vaho
parece quiera, de momento, marrarnos con su pifia.
Así, que mano a mano más nos parecemos
seguiremos lloviendo por las dunas
y buscando de sangrar entre las hojas
heridas de balazo.

Eso, y correr del cazador,
como cualquier otro animal
que escriba.

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