domingo, 26 de septiembre de 2010

Es hora.-


Es hora de dar agua
al ronco velero que tengo entre mis panes,
santa alimaña de mi mano come;
nada pesan
golpes, furia, soledad,
heridas, mansedumbre:
aquel fuego en derrota
se me vuelve en el aire necesario,
para que así hoy la pluma me brinde de su trote
por el centro del papel
y es este quebrarse del mísero silencio
-con este narrar mío de bronco taciturno-
la sangre que hoy me empuja,
la bruma en la que entiendo,
el faro que me guía,
la nada en que me acojo,
lo único que importa.
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