Apuntó en el cielo de su gracia
los cabos rotos, la nueva, el requiebro,
la vida del ocaso, el fin del ciclo.
Denonadamente estrella
adhirió al tonante viento en su listón de azares.
De beso abrasador, en venta su figura,
nos dio su forma en el mito de la luz,
en aquel otro del grano,
el de la novia seca y la muerte en el convite.
Así las cosas, hubieron de venir, en remedio,
los canjes:
vivir es la fortuna
cuando viene la nada empiece el paraíso
soy hermano en la sima que me traga
es divina la muerte.
Por todo ello, no resulta extraño
que al darse aquella suerte en nuestra boca
la copa apure el láudano.
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