lunes, 17 de agosto de 2009

Cuanto más bella es una frase musical, más rico es el peso de su sugerencia, y si comprendemos la forma pero sólo ligeramente, tenemos poco freno para interpretarla. Nos vemos empujados a relacionar el bello sonido con alguna experiencia propia, o hacemos que simbolice una concepción de caracter general. Tal vez la música deba algo del sorprendente poder que ejerce sobre nosotros a su falta de articulación definida; sus afirmaciones poseen toda la majestuosidad de una generalización, y, no obstante, contienen nuestras emociones particulares.

Impresiones de Bayreuth (1909), Virginia Woolf.
Viajes y viajeros, Ed. Plaza y Janés.

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