Me muerden las señales. El galgo va con brío.
He percibido al alba, a filo de los dientes,
el claro olor del Orco, sobrevolando el cieno.
Los días van calando a tajo por la piel,
minutos por volar, y harán humo
ese febril tender hacia la suerte.
Por encima, la luna, bravo juez,
me mira con desdén, como a intocable.
La magna diosa, empero, ha de saber
que su luz tuve por único alimento.
Tal vez, antes de arder, goce la dicha
de cabalgar mi rojo corazón
por las sendas calladas de su círculo.
miércoles, 27 de febrero de 2008
viernes, 22 de febrero de 2008
Zungzwang.- (Para Alejandro Salvador Sahoud, In memoriam.)
Cuando fui a tomar tu mano sentí el frío
lo áspero del puño, el pájaro callado
gigante colibrí, por hoy dormido.
Cuando acudí a beber, me dí de bruces
con tierra abierta a tí, surtiendo sed
funesto manantial para mi llanto.
Y pedí el consejo de tu boca hoy muda
esencia de la luz que se deshace ahora
entre el eco de los gritos, en tu patio.
Adios, Zungwang, amigo, domador de la brisa,
voy con tus versos. Cobijo fuerte. Estan en libertad.
Mira. Miradlos.
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Versos del poeta pueden verse en la que fuera su casa:
www.ultraversal.com
jueves, 21 de febrero de 2008
martes, 19 de febrero de 2008
Ella me dijo.-
La fiera luna, sola,
me gritó ayer de nuevo
–hermoso su volar de luz contra la cresta-
¡qué te hiciste!
En pie, de cara contra el cielo
exprimí en mi puño su lívido limón
por gozar así del ácido escurrir
contra los ojos.
La anciana loba, triste,
clavada, toda miel contra la sombra,
blanda del frío, rotura mi nevero.
Fue ayer, fue ayer, sí, fue ayer mismo
que gritara la luna equivocada
niño
el que a mi arrullo soñaras tantas cosas,
Federo,
¡qué te hiciste...!
De siempre ha estado escrito
en la luz mortecina de mi nombre
que nací para libar paz de las bocanas
árido cáliz que mi esparto recoja.
Así, la bestia en que me arrastro,
desnuda ya de piel,
os canta
por hacer de este crimen, del dolor
el bálsamo sencillo,
el pasatiempo inútil,
el bárbaro remedio.
Tomad, pues, comed,
bebed todos de él;
pues es vida a pedazos que ofrezco en alimento
y a cítara, a címbalos y trova
sea el convite.
Así, aún pasado el último minuto
sea la fiesta.
La blanca sed gritara
Federo, Federo, Federico
¡qué te hiciste!
me gritó ayer de nuevo
–hermoso su volar de luz contra la cresta-
¡qué te hiciste!
En pie, de cara contra el cielo
exprimí en mi puño su lívido limón
por gozar así del ácido escurrir
contra los ojos.
La anciana loba, triste,
clavada, toda miel contra la sombra,
blanda del frío, rotura mi nevero.
Fue ayer, fue ayer, sí, fue ayer mismo
que gritara la luna equivocada
niño
el que a mi arrullo soñaras tantas cosas,
Federo,
¡qué te hiciste...!
De siempre ha estado escrito
en la luz mortecina de mi nombre
que nací para libar paz de las bocanas
árido cáliz que mi esparto recoja.
Así, la bestia en que me arrastro,
desnuda ya de piel,
os canta
por hacer de este crimen, del dolor
el bálsamo sencillo,
el pasatiempo inútil,
el bárbaro remedio.
Tomad, pues, comed,
bebed todos de él;
pues es vida a pedazos que ofrezco en alimento
y a cítara, a címbalos y trova
sea el convite.
Así, aún pasado el último minuto
sea la fiesta.
La blanca sed gritara
Federo, Federo, Federico
¡qué te hiciste!
sábado, 9 de febrero de 2008
Viene.-
que si a tal me habrás visto disparando
acodado en el cieno
y al hilo, babeas, olfateas, tiendes lazo
como fanal en cristo, que muere y resucita
por tí llevo mis muertos a beber
lívido fénix
transitándome de púas el coraje
me robas mansedumbre
sombra a mi nevero
pan para mis pájaros
eres, qué remedio
pero al cabo, tan sólo estás con vida
si me lleno de sed
si no apago la lámpara
acodado en el cieno
y al hilo, babeas, olfateas, tiendes lazo
como fanal en cristo, que muere y resucita
por tí llevo mis muertos a beber
lívido fénix
transitándome de púas el coraje
me robas mansedumbre
sombra a mi nevero
pan para mis pájaros
eres, qué remedio
pero al cabo, tan sólo estás con vida
si me lleno de sed
si no apago la lámpara
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