Y si, después del paso,
sigue de silbo el brillo de la luna
filo redondo de cincel resplandeciente.
y si, cuando el polvo me quite
ésta su carga de ilusorio sueño
preñada esta mi sangre aún de combates
queda mi piel intacta brindándome recinto.
No es posible, dices. Yo, por si acaso
procuraré tener silos a punto
-letras cordiales en orden de batalla-
para aún seguir donando de mi arenga
cuando ya no diga.
En tu mano está el testigo. Corre.
Come de este pan que te dedico. Crece.
Pese en ti este beso de madera. Escribe.
Igual que yo lo he hecho. Otros me dieron
del brillar de sus lunas el bárbaro alimento.
No abandones esta carga. Si cedes
más tarde o más temprano
habrás de llegar a esa meta que es ninguna
y sin hacer registro de tu paso
dejando caer el palo al pardo suelo.
No.
Entre nosotros. Todo esto cobrará sentido
si el texto me agatilla.