Dios, seco animal, torpe misterio, anciano
henchido de respeto, jugando con el Orbe.
Como a perro dormido en la curucha
no le pesa la tala del misterio,
el juego de susurros perdiéndose en el aire.
Tú encinta, tú riendo, tú en clave de ti, hoy solo ecos
en mi frasco de perder. Fue Dios, con su cuchara.
Queda sola en mi guitarra la nota del silencio,
es pauta que recrea mi quimera en su detalle.
Nube, gritos, canción, sueño, el agua de la lluvia
pasan raudos por mis días, rodando, sin tocarme.
Sin ti en el horizonte, esa luz encendida,
no hay razón para la senda. Sin destino
no hay viaje.
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