He venido
dando riendas a esta torpe eucaristía
que da paso a la ofrenda del domingo.
Por celebrar, desde el atrio del dolor
con tu callado vino putrefacto.
Baila en el cáliz el hálito caliente
de un dios que ya murió. Oigo su queja.
Quedan migas sobre el mármol.
El aire está viciado
por el paso del pueblo y de su rezo.
Son trazas de la magna calavera
que adornan sus pezuñas.