En un tiempo hoy de piedra
pintamos a la muerte sus párpados cerrados
y el violín lo era todo.
Así se habrá quedado en pelo el aire.
Así el volar sereno de los pájaros.
Que se volaron en franco guirigay.
Que su esperanza de soplo era la puja.
De sus plumas se siente aquel rasgar helado:
qué no habrán firmado los pájaros agüeros
por sentenciarme en el dolor rotundo.
La cena me ha tomado hablando por la espalda
tirando aún del bozo de aquella miga antigua.
Aquí la cicatriz.
Así la llave.
Es este el día sin peso
en que la muerte en esperar se aturde.
Mientras oigo aquel pío de pájaro de forja
clamando sentencioso que estamos ya en el tiempo
de abrir el cielo a todos.
Mientras limpio la sangre del grave monumento
y piso la uva grande que tengo en el lagar
a sorbos con el aire, a guiños con la suerte,
a suertes con el pan...