A trapo, a pie desnudo
cruzo, de polvo de cristal, la playa
surcando en perra soledad mares atroces
mientras arrastro este cordal tenido a palos,
tenido a hielo, a lluvia
al bárbaro calor de sal en las heridas.
Por tal motivo
habréis de perdonarme el fatal atrevimiento
si vuelvo el gesto al saco
transladando al Gólgota del aire
mi portante.
Será que trate
de llevarme al juego mi severa piel lozana,
y de vestir de niña la polvorienta muerte.
Así, jamás olvide
que cuando nos pudramos, y ya sin sol, y abierto ya el candado
habrá quien se interese
en recobrar los pedazos de todos los espejos.
Es tiempo. Viento al trapo. Viento, viento.
Que su volado cetro rija
el azar indiferente.
Y que novia la belleza, la muerta
única,
con su velado traje, confíe en ser cantada,
y nos espere.