Amada carne, espíritu inasido,
nunca la suerte me tocó la boca
como cuando tuve en ti
nunca la suerte me tocó la boca
como cuando tuve en ti
la vida de mi mano.
Mas, ¡ay!, no fue mío
el gozo;
cerrado quedó el paso
tras la selva infranqueable
de los días.
Cuando fui de nuevo a ti,
al allegarme,
los severos, los helados querubines del desdén
te habían puesto coto...
Mas, ¡ay!, no fue mío
el gozo;
cerrado quedó el paso
tras la selva infranqueable
de los días.
Cuando fui de nuevo a ti,
al allegarme,
los severos, los helados querubines del desdén
te habían puesto coto...
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