A bosque ha de salir la cuenta
de mis brazos
tantos como han sido los soles que de fuego a fuego
hube de ir talando,
y tan de cerca la fuente, y tan de cerca el agua
del regato.
Sabe, niña,
que a la sombra del álamo, a su brisa en arrullo,
he clavado el recuerdo de aquellas tardes,
en el justo sitio donde
no estuvimos
en verdad
nunca.
Allí tu mano
blanca,
me busca
madeja en el leñero
greña
humo en el palo
lana
y barallar de gatos
de carne en caza, y ese flotar la pena, ese desdén
de tarde pálida
y sin cita...
Al fin
soy ese hombre que se quedó
buscando,
soy ese ahogado terco del vino de tu vino
acuartelado el rostro al sol más rojo
a tu cielo más blanco,
y para la sed
he de beber
tu vino en barro,
andando a sangre
por este campo de rosas amputadas
de margaritas de no
de fiestas de labor
y sin domingo...
..te fuiste
y no me libre dios nunca jamás del peso
y amontone a mis lomos hierro sobre hierro
y sobre el hierro,
hierro,
al pecho
y sobre la piedra,
piedra
y sea esta la forma de tenerte
y a la frente el golpe
presente
sabiéndote de sobra
-casi olvidado
amor-
peor que muerta
cortado labio para mi hambre de alas
que me alimento
de la puerta cerrada
mar de cristal contra el que al fin se rompa
el dintel que me sostiene
de blanda roca
tuya.
Y así
sobre el mantel de hierba
corra un agua
de descanso
y finalmente
el albo sueño
tu mano blanca sobre mi mano blanca
entre mis brazos
mía
tierra caliente
tierra
de la nuestra
y al abrigo el regato
trabe su fresco son
y que nos cubra.
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