Vente conmigo, huracán doliente
con nuestras manos desechadas
forjaremos imperio.
Deja caer la fuerza
besando con tu piel el polvo y la cuchara.
De tu mal me vino la fiebre de los dioses
aunque jamás osara pasar de los dinteles.
Por trazar un sol que parta de este hielo
labraremos del frío el cuajo de su brasa.
Por lograr del aire cantando nuestra dicha
otro grito de otro Juan en el desierto.